jueves, 15 de diciembre de 2011

Herbie Hancock - Man-Child (1975)

Después del furor del día de las Lupitas y ante el furor incipiente del inicio de las fiestas decembrinas, me decidí a postear un disco que, si son inteligentes como quiero suponer que son, no podrán dejar de poner en sus orgiásticas celebraciones a las cuales me pueden invitar con la condición de que tengan ponche que ofrecer y no sólo mundanos placeres carnales que ni siquiera son de mi agrado.

Herbie Hancock es uno de los más importantes pianistas y compositores de Jazz que aún nos sobreviven. Nacido en Chicago en 1940, fue un niño prodigio que a los once años ya tocaba en la Orquesta Sinfónica de Chicago y que a los 21 años ya firmaba un contrato con una de las más importantes discográficas de Jazz: la Blue Note Records. Formó parte del grupo del gran Miles Davis, a quien habría de reconocer como su músico preferido, y después de inmiscuirse un rato en el budismo llegó a la conclusión de que el sentido de su vida era hacer feliz a su público. Dicen aquellos que han escuchado toda su discografía que Hancock ha tocado todos los estilos de Jazz después del Bebop, excepto Free Jazz, incluidos acercamientos a géneros como el Hip-Hop, el Soul y el Techno.

Man-Child es un álbum ubicado dentro de la setentera etapa funky de Hancock, un fabuloso disco del más energético Jazz Funk/Fusion. Entre esos ritmos pegajosos y repetitivos, entre esas potentes líneas de bajo que te hacen caminar por la calle like a boss, entre esos riffs de guitarra con pedal de distorsión Wah Wah que te ponen a bailar por toda la casa, aparecen los solos de saxofón de Wayne Shorter, un peculiar solo de armónica a cargo de Stevie Wonder y, el plato fuerte del disco, los electrizantes solos de Herbie Hancock en los sintetizadores y el clásico Fender Rhodes del cual fue uno de los primeros representantes. Un disco que hace vibrar tus fibras desde los primeros minutos hasta los últimos y que, sin duda, cumple a la perfección el objetivo de Hancock: hacer feliz a su público.

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